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lunes, 28 de noviembre de 2011

CASA DEL PAN


Por Alberto H. Mottesi

El nombre de la ciudad significa Casa del Pan; me refiero a Belén, la preciosa, recordada y amada Belén.

Allí nació el personaje más extraordinario de la historia que influenció, como ningún otro, a más seres humanos en el mundo y determinó el curso de las naciones.  Fue Él quien afirmó: “Yo soy el Pan de Vida”.

Aquella pequeña y hoy tumultuosa aldea de Belén se constituyó en el marco donde se levantó Quien saciaría el hambre y la sed de millones y millones de seres humanos.

        En estos días de Navidad, Belén vuelve a nuestra memoria.  Sin embargo, el tierno acontecimiento que allí sucedió es sólo una punta de la historia.  Es imposible entender cabalmente la Navidad sin enlazarla con la otra punta de la historia: la muerte vicaria de Cristo en la Cruz del Calvario y Su poderosa resurrección.  Belén no tiene ningún sentido sin la tumba vacía de aquella mañana gloriosa de resurrección.

Probablemente como nunca antes, el mundo necesita hoy Casas del Pan que compartan el Pan de Vida en uno de los momentos más difíciles de la historia.  La violencia parece enraizada en nuestra cultura.  Andrés Oppenheimer, periodista del The Miami Herald y analista político de CNN dice que “hoy es más peligroso caminar vestido de traje y corbata por las calles de Buenos Aires y México, que vestido de soldado americano por las calles de Bagdad”.

En una de nuestras cruzadas en México, la esposa de un pastor que fungió como consejera, atendió a una mujer que hizo profesión de fe.  Creyó entender que la señora le estaba pidiendo oración por su marido.  Comenzó a orar por la salvación del esposo cuando la mujer la interrumpió diciendo: “No, no le pido que ore por su salvación.  Le pido que ore para que encontremos su cuerpo porque me acaban de enviar su cabeza”.  ¿Qué nos está pasando?

La corrupción sigue siendo el personaje más importante en círculos políticos y de gobierno.  Es un cáncer que enferma a nuestra cultura que comenzó basada en un cristianismo ceremonial y generó un espíritu de engaño.

Y qué terrible la situación de la familia.  En mi país (Argentina) en 1974 el número de madres solteras era el 23%; en 1998 ya representaba el 33% de las madres, y hoy supera el 50%.

        Y qué situación increíble estamos viviendo en cuanto a lo económico.  ¡Cuánto lastima nuestro corazón ver a nuestra gente perdiendo sus casas, privando a sus hijos de cosas elementales para una buena nutrición y desarrollo de la vida!

Algo que descubrí en estos días estudiando la gran depresión de los años 30, es que durante la depresión las ofrendas a iglesias y ministerios crecieron.  Humanamente hablando esto es incompresible pero aunque parezca algo extraño y loco, nos da paz descubrir que lo loco de Dios es más sabio que lo sabio de los hombres.  

¿Seremos nosotros capaces de vivir en medio de estos días difíciles, con la integridad, entrega y compromiso que tuvieron nuestros padres en la fe?  Ellos sí fueron Casas del Pan.

        Como nunca antes, nuestras comunidades necesitan que cada cristiano sea una Casa del Pan.  Urge dar el Pan de Vida a la gente que nos rodea.

        Propongo hacer de esta Navidad, la Navidad más misionera y evangelística de toda nuestra historia.  Vayamos a visitar a los presos en las cárceles.  Vayamos a las salas de hospitales.  Hagamos regalos, aunque pequeños, a nuestros vecinos.  Abracemos a cuanta gente podamos; demos los besos más puros; los saludos más cálidos.

        ¡Llenemos el corazón vacío de la gente con el Pan de Vida!

        Él dijo, “el que a mí viene, nunca tendrá hambre; el que en mí cree, nunca tendrá sed; el que cree en mí, de su interior correrán ríos de agua viva”.  Para nuestras personales necesidades vayamos confiadamente al Señor Jesucristo.  Él saciará y llenará de profunda paz nuestra vida y nuestras familias.  ¡Bendito Pan de Vida!






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lunes, 10 de octubre de 2011

TRIUNFANTES EN LA ADVERSIDAD

Por Alberto H. Mottesi

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Rocío estaba sentada, con su mirada perdida, mirando a través de la ventana de la cocina. Muy metida dentro de sus pensamientos, ella no podía ver la belleza soleada de aquella mañana de invierno. El cielo se había vestido de un color azul intenso, y las montañas, para no quedarse atrás, también lucían imponente.

¡Pero a Rocío no le interesaban ni los cielos, ni las montañas, ni los colores! Esa mañana José le había dicho que quería divorciarse de ella. Su amor, su respeto y sus esperanzas se habían esfumado en los brazos de otra mujer…

Rocío había pasado por grandes adversidades, pero ninguna como esa. De pronto volvió la cara y miro hacia la pared de su cocina. Allí había un calendario cuyas páginas nunca habían sido arrancadas. Se acercó y leyó una frase escrita por André Gide que decía: “Yo le debo mucho a mis amigos; pero cuando considero toda mi vida, me hace estremecer el hecho de que yo le debo más a mis enemigos. La persona real, salta con fuerza a la vida bajo la presión de una espina, más que la de una caricia”.

Aquella lectura fue como una catapulta que lanzó a Rocío a pelear una batalla constante, sabia y aguerrida para rescatar lo que era suyo: el amor de José, su esposo. Inmediatamente se fue a su recámara y sacó y desempolvó una vieja Biblia que le había regalado su abuelita. Abrió donde la cinta de marcar las páginas señalaba, y leyó: “A los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien”. Captó el mensaje leído: “a los que aman a Dios…”. Allí mismo ella se dio cuenta de que había usado a Dios cuando ella tenía problemas o crisis, pero no tenía una relación de amor con Dios; dobló sus rodillas y comenzó, en sus palabras, a hablar con el Señor…

No pasó mucho tiempo, sin que un cambio radical se operó en la vida de Rocío. José lo notó, y él mismo comenzó a tratar con el Dios de su esposa, y el milagro se hizo; en medio de la adversidad, el matrimonio se salvó, se restauró y se consagró al servicio de Jesucristo.

Estimados amigo, amiga, quizá tú estés pasando por dificultades parecidas o peores. Yo te garantizo, que si igual que Rocío abres tu corazón, y le das lugar a Jesucristo como tu Señor y tu Salvador, Él mismo vendrá a hacerse cargo de tus necesidades y dolores. Los triunfos de Dios se obtienen en medio de dolor y la adversidad. Así le pasó a Jesús.

Y hay algo importante que quiero dejar en tu corazón: no importa la belleza, el atractivo de otros intereses fuera del matrimonio. Después de tu Creador y Dios, nada tan importante como tu familia. Batalla para salvar tu hogar. El Señor Jesucristo, te ayudará.

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jueves, 1 de septiembre de 2011

EL PODER DE LA INSPIRACIÓN


Por Alberto H. Mottesi
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¡Qué vista esplendorosa! Una casa clavada en las cumbres de un risco a la orilla del mar. Abajo, en el azul intenso del Mar Adriático, se miraban como gaviotas, pero eran cientos de botes de pescadores que se afanaban por el sustento diario.

En la sala de la casa, con el cuaderno de notas a un lado y con las manos en el teclado del piano, se hallaba el compositor Giuseppe Verdi. Al otro lado de ese mar, muchos kilómetros adentro se hallaba el país de Egipto. Tierra gloriosa y llena de historia. Tierra que se levantó en medio de las hirvientes arenas del desierto, al lado de un río, y que llenó y marcó para siempre la historia humana. Verdi tenía poco tiempo. Estaba bajo la presión de componer una ópera para el gobierno egipcio, que pronto estrenaría su propia sala operática en El Cairo, su capital.

Pero como dijera el pensador Samuel Johnson: “Cualquier cosa que engrandece la esfera de los poderes humanos, que muestran al hombre que puede hacer lo que pensaba que era imposible, es valiosa”. Y Verdi, lleno de una inspiración impresionante, escribió en pocos días una de sus mejores óperas: “Aida”.

Hay mucha gente que se derrota a sí misma antes de comenzar. Puede ser que tú seas una de ellas. Tal vez tengas muchos sueños, muchos planes, muchos ideales, y hasta muchos deseos de hacer algo. Pero todos ellos duermen olvidados en el desván donde las ilusiones se desvanecen.

Quiero confesarte que yo también soy un hombre de planes, de sueños y de ideales. Y gracias a Dios, aprendí en mis años mozos, que esos sueños e ideales no los podía llevar adelante en mi propia fuerza, ni sabiduría, ni experiencia. También aprendí muy pronto que mi fuerza venía del mismo Trono de Dios, que mi espíritu de lucha y empresa emanaban de la dirección diaria del Espíritu Santo, y por eso aprendí a decir con el Apóstol Pablo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. A estas alturas de mi vida, casi he logrado todo lo que he soñado. Todavía falta más, pero yo no quito la mirada de la meta que me he trazado, y al final de esa meta está mi Señor y mi Salvador, Jesucristo.

Estimado lector, tú necesitas un poder inspirador para tu vida. Ese poder se llama Jesús de Nazaret. Dios hecho hombre. El mismo que murió en la cruz por todos tus pecados, y el que puede hoy mismo: salvarte, perdonarte y ponerle inspiración a tu vida para que logres los sueños de Dios en ti mismo. Arrepiéntete de tus pecados y ríndele tu vida ahora mismo.

Él hará algo muy especial: cambiará tu mente. Pondrá Su propia mente en la tuya. Los sueños de Dios, el poder de Él y su inspiración te llenarán y cambiarán por completo tu destino.

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viernes, 1 de julio de 2011

TODA INSTITUCIÓN VALIOSA ES LA SOMBRA EXTENDIDA DE SU LÍDER


Por Alberto H. Mottesi

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Llegó un momento en que la Real Fuerza Aérea de Inglaterra no era más que un montón de escombros regados por los aeropuertos de Europa. Los nazis habían bombardeado aquellos aviones, que ni siquiera habían podido levantarse de tierra. Pero el indomable Winston Churchill no se rendía ante nadie, excepto ante Dios. Tuvo fe, creyó. Decidió levantarse y darle la victoria a Inglaterra y a sus aliados. Rehizo el Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea. Unos meses después, los aviones ingleses, muy pocos todavía, salían a enfrentar a los bombarderos nazis. Más y más de los enviados de Hitler estaban dejando sus vidas en las aguas de Canal de la Mancha y las labradas tierras inglesas. Cuando finalmente Hitler accedió y no envió más bombarderos a Inglaterra, Churchill dijo: “Nunca en la historia de los conflictos humanos, tantos debieron tanto a tan pocos”. Se refería así a los pilotos ingleses que detuvieron el ataque nazi.

Toda organización refleja a sus líderes. El glorioso Ejército de Inglaterra de aquellos días reflejaba el celo, el carácter, la determinación y las convicciones de Churchill.

Mi amigo lector, tu casa refleja tu carácter. Tu pareja y tus hijos son lo que tú eres y haces. Toda institución es la sombra extendida de una sola persona: su líder. ¿Qué clase de sombra estás reflejando tú en tu casa? ¿Cómo son tus palabras, tus actitudes y tu ejemplo? ¿Estás dejando marcas en tus hijos a través de tu ejemplo?
Un buen carácter no se forma en un día. La mayoría de nosotros no pudimos, por nuestros propios medios, formar un buen carácter. Al contrario, la gran mayoría de los seres humanos tenemos que admitir que hemos fracasado en vivir la vida. Por eso fracasamos en la escuela, en el trabajo y en la casa.

Sin embargo, yo te traigo buenas noticias. Dios está interesado en formar tu carácter y darle a tu vida un contenido nuevo y total. Jesucristo vino a la tierra con un propósito claro y definido. Entre las cosas que Él vino a hacer, dice: "Yo he venido a buscar y salvar lo que se había perdido", y también dice: "Yo vine a darles vida y vida en abundancia".
No hay razón para vivir lamentándonos de no haber logrado lo que queríamos o lo que debíamos. Jesucristo es el único ser en la tierra que puede cambiar radicalmente para bien a otro ser humano. Solamente basta con reconocer nuestra incapacidad reflejada en la multitud de nuestros pecados; basta con arrepentirnos y tener fe en Jesucristo. Si confiesas con tu boca que Jesucristo es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos serás salvo. Deja que tu sombra alcance a tu hogar, tu trabajo, tu vecindario. ¡Conviértete en un líder al estilo de Dios!


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miércoles, 1 de junio de 2011

YO Y MI CASA SERVIREMOS A DIOS


Por Alberto H. Mottesi
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Mis amigos, hoy quiero comentar sobre las palabras finales de Josué. Josué fue el gran caudillo que tomó las riendas del mando después que había muerto el gran Moisés. Josué fue un verdadero conductor de pueblos. No uno de esos conductores que abundan en la historia moderna, que conducen a sus pueblos a la masacre o a la miseria o a la servidumbre. Josué condujo al pueblo a la libertad con dignidad, a la vida como nación soberana y a la prosperidad basada en el trabajo y la paz.
Anciano ya, de 110 años de edad, ve llegado su fin. Él sabe lo que suele pasar a los pueblos cuando pierden a un líder bueno. Casi siempre sube al poder uno que no es tan bueno. Josué, hombre de Dios y patriota, quiere despedirse por medio de un discurso.
Ese discurso de Josué, registrado en la Biblia en el capítulo 24 del libro que lleva su nombre, es célebre en los anales del pueblo israelita y de la iglesia cristiana. Especialmente sus palabras al final de su discurso, han venido a ser el lema de millones de cristianos.
Dicen así:

“Ahora, pues, temed a Jehová, y servidle con integridad y en verdad; y quitad de entre vosotros los dioses a los cuales sirvieron vuestros padres al otro lado del rió, y en Egipto; y servid a Jehová. Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quien sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová”.
“YO Y MI CASA SERVIREMOS A DIOS”. Así testifico Josué. Así han testificado y testifican millones de cristianos fieles que un día hicieron la decisión magna de la vida: servir a Cristo con entero corazón. No hay, ni puede haber, amigo mío, una fuerza moral y espiritual más grande para poder triunfar en la vida.
El hombre que por propia voluntad, dueño de sus actos y su conciencia, decide renunciar a todos los dioses falsos de la vida para servir sólo a Jesucristo, está haciendo la decisión cumbre, la decisión que lo saca de esta tierra y de esta carne y de este camino de condenación, para ponerlo en el camino de la vida eterna.
Todos los días, la vida nos obliga a tomar decisiones. Qué corbata nos vamos a poner, qué desayuno vamos a tomar, qué tarea vamos a hacer primero, qué casa vamos a alquilar, que médico escogeremos para esa delicada operación. Decisiones pequeñas, decisiones grandes. Todas requieren esfuerzo mental y ejercicio de la voluntad en libertad. Pero la más grande decisión para hoy, amigo, es “YO Y MI CASA, DE AQUÍ EN ADELANTE, SERVIREMOS A JESUCRISTO”. ¿Ya haz tomado esa decisión?

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domingo, 1 de mayo de 2011

“DIOS CORONA EL AÑO CON BIENES”


Por Alberto H. Mottesi

Larga había sido la sequía del verano. Las nubes, avaras de su tesoro, habían pasado alto, muy alto, y se habían escondido pronto en occidente sin soltar una gota del refrescante líquido. El campo había casi muerto. Los cardos resecos gemían con chasquido de huesos rotos, cuando el cálido viento los sacudía. Los arroyos se habían secado y las lagunas mostraban al sol implacable su fondo negro y resquebrajado.

Parado en la puerta del rancho, mustio y sombrío, don Juan Vicente atisbaba el cielo; cada mañana, cada medio día, cada atardecer. Atisbaba el cielo oteando por la nube gris y panzuda que trajera la ansiada lluvia. Pero pasaban los días, uno tras otro, y sólo un sol de fuego se dejaba ver durante el día. Un sol de fuego que iba quemando los pastos, los arbustos, las esperanzas. Podría decirse que sólo los lagartos disfrutaban de ese sol.

Pero allá, por fines de ese febrero cayó una lluvia. Al principio fueron gotas gruesas, como si el cielo llorase su perfidia. Después fueron chaparrones cerrados, cortinas de agua que caían en torrentes. Se llenaron los cauces secos de los arroyos, se colmaron las lagunas, se ablandó la tierra, se bañaron los sauces y se lavaron del polvo del verano, y los pastos de la pampa levantaron la cabeza y se llenaron de jugo.

Bajo la tierra dura, que se iba empapando de lluvia benéfica, las semillas cantaron una canción de vida. La sequía había terminado. La lluvia bienhechora había venido, y la vida del campo resurgía, y la esperanza volvía a los pechos de los sufridos campesinos.

Don Juan Vicente, campesino honrado, sintió deseos de dar gracias a Dios. Entró a la casa, sacó su Biblia del cajón de la alacena, y junto a su señora y a sus hijos leyó: “Tú coronas el año de tus bienes, y tus nubes destilan grosura. Destilan sobre los pastizales del desierto, y los collados se ciñen de alegría. Se visten de majadas los llanos, y los valles se cubren de grano; dan voces de júbilo, y aún cantan...” (Salmos 65:11-13).

Una lluvia que cae en medio de la estación seca, para renovar la vida y la esperanza, es figura bíblica de la bendición de Dios que cae sobre un alma atribulada. Quizá tu alma está hoy en tribulación; quizá hay tristeza, y aridez, y sequedad en tu espíritu. Quizás esta vida, te es mortificante, agobiante, y te tiene yermo como un campo sin lluvia.

Escucha lo que dice Cristo Jesús: “El que a mi viene nunca tendrá hambre, el que en mi cree nunca tendrá sed, el que cree en mi de su interior correrán ríos de agua viva”.

La figura es bellísima y es real; y la experiencia, es también para ti. Créela.

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viernes, 1 de abril de 2011

SIETE DÍAS INOLVIDABLES


Por Alberto H. Mottesi


Por alguna razón singular, los períodos semanales de siete días tienen una incidencia especial en la vida de los seres humanos. Cada siete días hay un domingo de descanso. Cada cuatro semanas se renueva la luna. Cada nueve lunas, o a las nueve lunas de la concepción, nace un ser humano más. Cuatro semanas hacen un mes, 52 semanas hacen un año, y por años medimos nuestra existencia. Las profecías bíblicas hablan de semanas de días, semanas de años, semanas de semanas de años y hasta semanas de milenios.


Pero no quiero hablar de profecías en este momento. Más bien quiero concentrar mis pensamientos en la última semana que Jesucristo pasó en la tierra como hombre común. En esta última semana estalló la tormenta que se venía gestando sobre la cabeza del Maestro. Grandes sucesos ocurrieron. En primer lugar, siete días antes de la crucifixión, en una cena que le dan a Jesús, una mujer derrama sobre


Él un perfume de gran precio. Jesús recompensa a esta mujer con el elogio más grande: “Siempre que se predique el evangelio –dijo el Señor- sea dicho lo que esta mujer ha hecho por mí”. Aquella mujer representa el verdadero espíritu de alabanza y adoración desinteresadas. En segundo lugar, ocurre la última cena. La última comida pascual que Jesús hace en la tierra con sus discípulos. En esa comida Jesús establece el Nuevo Pacto, que da por terminado el Antiguo. Este Nuevo Pacto es el de la ‘gracia’. Todos los hombres serán salvos gratuitamente, por gracia, cuando crean en Jesucristo, sin necesidad de obras o de méritos.


Este Nuevo Pacto será sellado con sangre. Con la sangre del mismo Jesús, sangre preciosas que dentro de poco se derramaría en la cruz. Por este Nuevo Pacto todos los hombres y mujeres del mundo pueden verse libres del pecado, y ser hechos herederos del Reino de Dios. Ocurre también la traición de Judas; la maldición de una higuera inútil que no llevaba fruto; el juicio inicuo del Sanedrín Judío, contra toda norma legal y contra toda justicia; la cobardía de Pilato al lavarse las manos; la negación de Pedro, al amigo dilecto; y la misma Pasión cruenta y dolorosa. Fueron los siete días más grandes en la historia del mundo.


Porque al fin de los siete, Jesucristo expiró clavado a una cruz. Su sangre brotó de su costado abierto, y regó la tierra. Era la sangre de Dios, cayendo sobre el mundo de los pecadores, para darles limpieza, redención y perdón. ¡Qué Pasión! ¡Qué amor asombroso! ¡Qué obra redentora perfecta! ¡Qué victoria sobre la cruz al vencer la muerte y resucitar!


Lo incomparable es que hoy, centenares de años después, sigue obrando, sigue funcionando, sigue salvando, sigue esperando. ¡Sí, te sigue esperando a ti! Porque todo lo que hizo, lo hizo por ti.


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miércoles, 2 de marzo de 2011

SOLAMENTE EL TRABAJO TE ENSEÑARÁ CÓMO HACERLO BIEN



Por Alberto H. Mottesi

¡Pocas veces se mira una luna llena tan bella como la de aquella noche! Bueno, es que yo vivo en la ciudad, y allí la contaminación no permite observar la belleza como se ve en el campo. Aquella casita pequeña era el hogar de Ramiro y Teresa. Ambos eran campesinos, humildes, nobles, trabajadores, honrados, como lo son nuestros hombres y mujeres de la tierra. Allí, alumbrándose con un débil foco de luz, en la mesa donde la familia comía, estaban Arturo y Felo haciendo su tarea de la escuela.

Ramiro no era un hombre de letras. Pero creía firmemente en que la educación era la única salida para sus hijos. Por eso, sentado al lado de ellos, una y otra vez, los hacía repetir los problemas de matemáticas, las lecturas del idioma, y aprender los conceptos de ciencias y otras materias. Los niños se cansaban, protestaban, lloraban… Pero Ramiro era implacable en sus convicciones. Él sabía que sólo el trabajo, los errores, las correcciones y la perseverancia enseñarían a sus hijos a cómo hacerlo bien.

Pasaron los años, los muchachos dejaron la casa para ir a la universidad. Ambos trabajaron y con la ayuda de becas lograron graduarse: uno como abogado y el otro como ingeniero agrónomo.

Cuando estos muchachos iban a visitar a sus padres, ¡con qué ojos de admiración y afecto miraban a Ramiro, que ahora era un hombre viudo! Lo abrazaban, lo besaban y, una y otra vez, le ofrecían llevárselo con ellos a la ciudad. Pero el olor de la tierra fresca y mojada era muy atractivo para Ramiro…

Mis estimados amigos, las cosas no vienen gratis. Hay que trabajar duro para obtenerlas. Ustedes lo saben, porque son trabajadores. Y el trabajo es una escuela; solamente haciéndolo se aprende.

Una vez Jesucristo dijo de su Padre Dios: “Mi Padre hasta ahora trabaja”. El Rey del Universo, el creador de todas las cosas, el que dijo: “Mío es el oro y la plata, el mundo y los que en él habitan”, todavía trabaja…

¿Por qué trabaja Dios? ¡Por amor a ti! Dios quiere que tú tengas una vida abundante, Dios quiere que tú salgas de la esclavitud de vivir sin un propósito, hacia una que tenga repercusiones eternas para ti y para los tuyos. Pero como con tu trabajo no puedes ganar estas cosas, Dios envió a su Hijo para que Él lo ganara para y por ti.

¡Y en efecto que Jesús lo ganó! Al morir en la cruz y al resucitar de entre los muertos, Él se ganó el derecho de que tú, sin trabajar por ello, tengas gratuitamente la vida eterna. La Biblia dice: “Ustedes han sido salvados porque aceptaron el amor de Dios. Ninguno de ustedes se ganó la salvación, sino que Dios se la regaló. La salvación de ustedes no es el resultado de sus propios esfuerzos. Por eso nadie puede sentirse orgulloso”.

Acepta el regalo de Dios; acepta a Cristo como tu Señor y Salvador y serás salvo tú y tu casa. Ah, algo más: cuando lo tienes a Él no solamente se asegura tu eternidad. También aquí y ahora, tu vida será más fácil, más hermosa, más llena de logros, más llena de paz.


(Este mensaje fue predicado originalmente en el programa radial Un Momento con Alberto Mottesi transmitido diariamente en más de 2000 emisoras)



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lunes, 7 de febrero de 2011

LA IMPORTANCIA DE UNA ACCIÓN CONTÍNUA



POR ALBERTO H. MOTTESI

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Los globos de muchos colores llamaban la atención aun a muy larga distancia. Ramos de flores con tarjetas de felicitación, y muchos invitados esperando en la puerta. Es que Alicia y Rafael estaban inaugurando un negocio de comidas rápidas en aquella tarde. Hubo palabras muy lindas deseándoles éxito; y por supuesto, después de romper la cinta inaugural, todos participaron de la comida, el buen ambiente y una tarde muy agradable.

Al día siguiente, aquella venta de hamburguesas, papitas fritas y refrescos abrió sus puertas al público. ¡Había muy buenas promociones! Y por supuesto, la gente, particularmente los jóvenes, hacían sus delicias en aquel sitio. Pero en la vida no todo son inauguraciones, buenos deseos y promociones. Me encanta un dicho popular que escuché en alguna parte de México: “Al ojo del amo engorda el buey”.

Resulta que Rafael esperaba que Alicia corriera el negocio. Entre tanto él andaría por aquí y por allá. Pero Alicia era también ama de casa, esposa, madre… en fin, una mujer sumamente ocupada. A veces por rellenar un hoyo, destapaba el otro. Y las cosas comenzaron a andar mal en el negocio, en la escuela de los niños, y como es lógico también en el hogar. Alicia le reclamaba a Rafael su ausencia en las vidas de ella y de los niños, su ausencia en el negocio, y su ausencia en la vida en general.

Es fácil deducir el resultado de esta historia: el negocio se cerró, el hogar se deshizo y los rumbos de todos se torcieron por diferentes senderos de vida.

Una vez leí esta frase: “Cuando tú llegas exactamente a la raíz del significado de la palabra “éxito”, encontrarás que simplemente significa acción continua hacia adelante siempre”.

¿Qué hace que las personas, como Rafael y Alicia, comiencen algo y no lo terminen? Yo no creo que es nada más que un asunto de temperamento o educación. ¡Estos son muy importantes en el desarrollo de las personas! Pero es un asunto de motivación interna, de lo que está adentro de nosotros.

Y no puede haber una genuina y productiva motivación interna, si no hay una fe sólida, estable y continua en el Dios que nos creó.

Dios no te creó, para que seas un fracasado o fracasada. Ni en la vida aquí, ni en la eternidad. Dios te creó para que vivas en victoria, de triunfo en triunfo.

Y para que tú vivas en triunfo, primero Él hizo que Su propio Hijo conociera el dolor, el sacrificio, la entrega y aún la misma muerte. Es precisamente la victoria de Jesucristo sobre la muerte, la que asegura tu victoria ahora y por la eternidad. Ríndele tu vida a Él y comenzarás a vivir el éxito de una vida llena del propósito de Dios.

¿Para qué fracasar cuando hoy mismo puedes ser un triunfador, una triunfadora? Él te ama entrañablemente y hará lo mejor para ti.