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miércoles, 1 de junio de 2011

YO Y MI CASA SERVIREMOS A DIOS


Por Alberto H. Mottesi
http://www.albertomottesi.org/
Mis amigos, hoy quiero comentar sobre las palabras finales de Josué. Josué fue el gran caudillo que tomó las riendas del mando después que había muerto el gran Moisés. Josué fue un verdadero conductor de pueblos. No uno de esos conductores que abundan en la historia moderna, que conducen a sus pueblos a la masacre o a la miseria o a la servidumbre. Josué condujo al pueblo a la libertad con dignidad, a la vida como nación soberana y a la prosperidad basada en el trabajo y la paz.
Anciano ya, de 110 años de edad, ve llegado su fin. Él sabe lo que suele pasar a los pueblos cuando pierden a un líder bueno. Casi siempre sube al poder uno que no es tan bueno. Josué, hombre de Dios y patriota, quiere despedirse por medio de un discurso.
Ese discurso de Josué, registrado en la Biblia en el capítulo 24 del libro que lleva su nombre, es célebre en los anales del pueblo israelita y de la iglesia cristiana. Especialmente sus palabras al final de su discurso, han venido a ser el lema de millones de cristianos.
Dicen así:

“Ahora, pues, temed a Jehová, y servidle con integridad y en verdad; y quitad de entre vosotros los dioses a los cuales sirvieron vuestros padres al otro lado del rió, y en Egipto; y servid a Jehová. Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quien sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová”.
“YO Y MI CASA SERVIREMOS A DIOS”. Así testifico Josué. Así han testificado y testifican millones de cristianos fieles que un día hicieron la decisión magna de la vida: servir a Cristo con entero corazón. No hay, ni puede haber, amigo mío, una fuerza moral y espiritual más grande para poder triunfar en la vida.
El hombre que por propia voluntad, dueño de sus actos y su conciencia, decide renunciar a todos los dioses falsos de la vida para servir sólo a Jesucristo, está haciendo la decisión cumbre, la decisión que lo saca de esta tierra y de esta carne y de este camino de condenación, para ponerlo en el camino de la vida eterna.
Todos los días, la vida nos obliga a tomar decisiones. Qué corbata nos vamos a poner, qué desayuno vamos a tomar, qué tarea vamos a hacer primero, qué casa vamos a alquilar, que médico escogeremos para esa delicada operación. Decisiones pequeñas, decisiones grandes. Todas requieren esfuerzo mental y ejercicio de la voluntad en libertad. Pero la más grande decisión para hoy, amigo, es “YO Y MI CASA, DE AQUÍ EN ADELANTE, SERVIREMOS A JESUCRISTO”. ¿Ya haz tomado esa decisión?

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