Por Alberto H. Mottesi
ALBERTO MOTTESI EVANGELISTIC ASSOCIATION
“¿Sabes María?”, le dijo Pedro a su esposa, “¡Ya se está acabando el año y siento que se me fue el tiempo, y no he hecho nada!” “Pues igual me siento yo” -replicó ella- “me da la impresión de que ahora los años pasan más rápido”. Él, entre bromas y en serio le dice: “Pero mujer, mírate al espejo, no son los años los que pasan, somos nosotros los que estamos pasando demasiado rápido a través de ellos”.
Esta reflexión hecha en casa de unos amigos, me puso a pensar también. Mi reflexión va en el sentido de que ¡ahora sí ya se está acabando el año! Pero, ¿saben algo?, yo no quiero preocuparme por lo que no he hecho. Quiero pensar en las oportunidades maravillosas que tengo por delante, los privilegios que se ofrecen en los años venideros, las puertas que se me abren para el futuro.
Yo sé que he dejado muchas huellas en los años del pasado. Estas huellas, para la gloria de Dios, han marcado el destino eterno de miles de personas. Yo los he visto desfilar debajo de lluvia, bajo un sol incandescente, en el frío y en el calor. Algunos con gran alegría, otros con sus rostros bañados en lágrimas, pero todos con una esperanza, con una fe y con una seguridad. Todos vinieron a enterrar sus pasados teñidos de pecados de todos los tamaños y colores, pero todos vinieron a recibir la resurrección de una nueva vida. Todos vinieron a nacer de nuevo.
Esto fue posible, no por mí, ni por los muchos colaboradores que trabajan a mi lado, sino por Aquel que es dueño del tiempo, de los años, de la historia: Jesús de Nazaret.
Yo no quisiera, mi amigo lector, que tú fueras la excepción. Yo te invito a que marques en el calendario de tu vida una fecha especial: hoy. Trae tu vida con todos los problemas que ella conlleva, con tus culpas, con tus dolores, con tus frustraciones, con tus pecados y ríndesela incondicionalmente a Jesucristo. Él quiere ser el Señor de tu tiempo, de tus circunstancias y de tu familia. Él tiene el poder para llevarte a un nuevo año y a una eternidad llenos de Su presencia, Su dirección y Su propósito.
Acéptalo ahora mismo como tu Señor y tu Salvador personal, y habrás entrado en una nueva dimensión de vida.
Es verdad: el tiempo no se detendrá y tú seguirás avanzando en edad; pero con Cristo, la vida te será buena y tu porción será Su paz.
“¿Sabes María?”, le dijo Pedro a su esposa, “¡Ya se está acabando el año y siento que se me fue el tiempo, y no he hecho nada!” “Pues igual me siento yo” -replicó ella- “me da la impresión de que ahora los años pasan más rápido”. Él, entre bromas y en serio le dice: “Pero mujer, mírate al espejo, no son los años los que pasan, somos nosotros los que estamos pasando demasiado rápido a través de ellos”.
Esta reflexión hecha en casa de unos amigos, me puso a pensar también. Mi reflexión va en el sentido de que ¡ahora sí ya se está acabando el año! Pero, ¿saben algo?, yo no quiero preocuparme por lo que no he hecho. Quiero pensar en las oportunidades maravillosas que tengo por delante, los privilegios que se ofrecen en los años venideros, las puertas que se me abren para el futuro.
Yo sé que he dejado muchas huellas en los años del pasado. Estas huellas, para la gloria de Dios, han marcado el destino eterno de miles de personas. Yo los he visto desfilar debajo de lluvia, bajo un sol incandescente, en el frío y en el calor. Algunos con gran alegría, otros con sus rostros bañados en lágrimas, pero todos con una esperanza, con una fe y con una seguridad. Todos vinieron a enterrar sus pasados teñidos de pecados de todos los tamaños y colores, pero todos vinieron a recibir la resurrección de una nueva vida. Todos vinieron a nacer de nuevo.
Esto fue posible, no por mí, ni por los muchos colaboradores que trabajan a mi lado, sino por Aquel que es dueño del tiempo, de los años, de la historia: Jesús de Nazaret.
Yo no quisiera, mi amigo lector, que tú fueras la excepción. Yo te invito a que marques en el calendario de tu vida una fecha especial: hoy. Trae tu vida con todos los problemas que ella conlleva, con tus culpas, con tus dolores, con tus frustraciones, con tus pecados y ríndesela incondicionalmente a Jesucristo. Él quiere ser el Señor de tu tiempo, de tus circunstancias y de tu familia. Él tiene el poder para llevarte a un nuevo año y a una eternidad llenos de Su presencia, Su dirección y Su propósito.
Acéptalo ahora mismo como tu Señor y tu Salvador personal, y habrás entrado en una nueva dimensión de vida.
Es verdad: el tiempo no se detendrá y tú seguirás avanzando en edad; pero con Cristo, la vida te será buena y tu porción será Su paz.