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domingo, 1 de mayo de 2011

“DIOS CORONA EL AÑO CON BIENES”


Por Alberto H. Mottesi

Larga había sido la sequía del verano. Las nubes, avaras de su tesoro, habían pasado alto, muy alto, y se habían escondido pronto en occidente sin soltar una gota del refrescante líquido. El campo había casi muerto. Los cardos resecos gemían con chasquido de huesos rotos, cuando el cálido viento los sacudía. Los arroyos se habían secado y las lagunas mostraban al sol implacable su fondo negro y resquebrajado.

Parado en la puerta del rancho, mustio y sombrío, don Juan Vicente atisbaba el cielo; cada mañana, cada medio día, cada atardecer. Atisbaba el cielo oteando por la nube gris y panzuda que trajera la ansiada lluvia. Pero pasaban los días, uno tras otro, y sólo un sol de fuego se dejaba ver durante el día. Un sol de fuego que iba quemando los pastos, los arbustos, las esperanzas. Podría decirse que sólo los lagartos disfrutaban de ese sol.

Pero allá, por fines de ese febrero cayó una lluvia. Al principio fueron gotas gruesas, como si el cielo llorase su perfidia. Después fueron chaparrones cerrados, cortinas de agua que caían en torrentes. Se llenaron los cauces secos de los arroyos, se colmaron las lagunas, se ablandó la tierra, se bañaron los sauces y se lavaron del polvo del verano, y los pastos de la pampa levantaron la cabeza y se llenaron de jugo.

Bajo la tierra dura, que se iba empapando de lluvia benéfica, las semillas cantaron una canción de vida. La sequía había terminado. La lluvia bienhechora había venido, y la vida del campo resurgía, y la esperanza volvía a los pechos de los sufridos campesinos.

Don Juan Vicente, campesino honrado, sintió deseos de dar gracias a Dios. Entró a la casa, sacó su Biblia del cajón de la alacena, y junto a su señora y a sus hijos leyó: “Tú coronas el año de tus bienes, y tus nubes destilan grosura. Destilan sobre los pastizales del desierto, y los collados se ciñen de alegría. Se visten de majadas los llanos, y los valles se cubren de grano; dan voces de júbilo, y aún cantan...” (Salmos 65:11-13).

Una lluvia que cae en medio de la estación seca, para renovar la vida y la esperanza, es figura bíblica de la bendición de Dios que cae sobre un alma atribulada. Quizá tu alma está hoy en tribulación; quizá hay tristeza, y aridez, y sequedad en tu espíritu. Quizás esta vida, te es mortificante, agobiante, y te tiene yermo como un campo sin lluvia.

Escucha lo que dice Cristo Jesús: “El que a mi viene nunca tendrá hambre, el que en mi cree nunca tendrá sed, el que cree en mi de su interior correrán ríos de agua viva”.

La figura es bellísima y es real; y la experiencia, es también para ti. Créela.

ALBERTO MOTTESI EVANGELISTIC ASSOCIATION
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